dilluns, 13 d’abril del 2015

FILOSOFANDO ACERCA DE LA SEMANA SANTA



Últimamente se advierte una cierta preocupación entre algunos seguidores de nuestra Semana Santa acerca de acontecimientos y actitudes que desvirtúan el sentido religioso y tradicional de la misma. Para ser más concretos hacen referencia a falta de formación e información religiosa de los participantes, a cuestiones de comportamientos frívolos, a excesivo sonido de bombos, a composiciones musicales fuera de contexto, a una carencia de bandas de música eminentemente semanasantera (marchas), a protagonismos un tanto personalistas y mediáticos, a la excesiva exhibición personal con escasez de anonimato en los participantes en las procesiones (sin capirote), protagonismo de colectivos como bandas y portantes, a la prevalencia del espectáculo sobre lo religioso, a determinados comportamientos poco cívicos e irrespetuosos de espectadores. En definitiva a lo que afecta al fundamento y sentimiento de la Semana Santa en su más estricto sentido.

Fotografia: Daniel Pallejà/Setmana Santa TGN
Ante ello se plantea la duda de si estamos ante una pérdida de valores de la Semana Santa de otros tiempos  o ante un cambio de los mismos, sin saber si es para bien o para mal. Lo primero que debemos tener en cuenta es que en la Semana Santa intervienen personas y estas integran una sociedad. Por lo tanto la propia Semana Santa es un reflejo de la sociedad en que vivimos en donde se dan las siguientes cuestiones:

  • Estamos en un mundo en donde los valores y creencias religiosas son personales, íntimas, en algunos casos, confusas y en otros inexistentes, en un contexto de escasa formación y práctica.
  • La propia Iglesia se encuentra inmersa en un momento de transición después de haber pasado por diferentes etapas: Concilio, posconcilio, escasez de vocaciones, problemas de comunicación, cierta desconfianza social y ahora con una perspectiva de apertura, de acercamiento a la realidad del entorno.
  • Nuestra Semana Santa pasó por momentos muy críticos con visos de desaparecer. La entrada de savia joven y femenina propició el cambio de rumbo hasta llegar a cimas insospechadas. Actualmente parece haber tocado techo y pueda que exista un agotamiento propio de una evolución ciclica.
  • La sociedad se ha convertido en un complejo elemento: voluble, variable, volátil, plural, fácilmente influenciable y sensible a cambios de opinión propiciados por la gran rapidez de medios y redes sociales. La información y la comunicación puede llegar de cualquier parte y sentidos de toda indole. Los valores han dejado de ser permanentes y están sujetos a todo tipo de modas o influencias. Incluso, la presencia física ya no es necesaria. Una persona, por ejemplo, puede contemplar la procesión de Tarragona desde su casa al tiempo de estar viendo un video en el ordenador o móvil de otro lugar de la geografía española.
  • La Semana Santa no es la misma de antes porque la sociedad, la Iglesia, la educación y la cultura tampoco lo son. Ni tampoco el entorno urbano. La gente procede de distintos espacios lejanos a donde se producen los actos (barrios). Ya no existe aquella relación vecinal/familia/parroquia/cofradía de antaño.
Ante ello nos planteamos la pregunta del millón. ¿A dónde va nuestra Semana Santa? Actualmente, en política, economía, trabajo, relaciones humanas, en muchas facetas de la vida son de difícil vaticinio. Cualquier acontecimiento, en horas, puede cambiar el rumbo de las cosas.

Fotografia: Daniel Pallejà/Setmana Santa TGN
Pero desde mi personal visión considero que la Semana Santa, como todo, está evolucionando hacia nuevas perspectivas. Nunca volverá a ser la de otra época. En todo caso permanecerá DIFERENTE y adaptada al entorno social en que se mueve.
Ante ello cabe preguntarse: ¿Qué se pude hacer? Es casi imposible cambiar la manera de pensar de las personas por lo visto anteriormente en lo que afecta al fondo y estructura de la Semana Santa. Pero no me cabe duda alguna que se puede tratar de realizar ciertos “retoques de funcionamiento” como, por ejemplo:

  • Adaptar el recorrido y horario a una mejor visibilidad y viabilidad de la procesión del Santo Entierro por la parte alta de la ciudad, considerándolo como marco ideal y apropiado a la misma.
  • En contrapartida convertir la Rambla en el epicentro de la recogida de pasos. Hoy en día es uno de los actos más importantes de nuestra Semana Santa ya que influyen factores favorables como horario asequible, en poco tiempo tienes una visión general de todos los pasos, emotividad en algunos momentos, espacios emblemáticos, variedad, etc. Diríamos que para un determinado sector de personas “ya tienen suficiente” y no se molestan a esperar la procesión nocturna del Santo Entierro.
  • Las cofradías podrían reconducir y encauzar los impulsos percusionistas de la juventud hacia otro tipo de aprendizajes musicales como formación de agrupaciones de música de capilla o de ministrers. Alguno de nuestros pasos a ruedas le beneficiaria este tipo de acompañamiento.
  • Intentar informar a los congregantes de “donde están” y “en que participan” mediante un folleto donde se explique la historia y trayectoria de la cofradía,  lo que significa una procesión o Via Crucis y que escena de la Pasión de Cristo representa el paso acompañante. Una hoja a dos caras como máximo.
  • No vendría mal una renovación de cuadros directivos de las cofradías jugando la carta de las nuevas generaciones con ideas y posibilidades humanas desconocidas o ignoradas, contando siempre con la experiencia de los que se van. A veces se tiene la tentación de considerar la inexistencia de un relevo, pero la práctica nos prueba lo contrario. Siempre hay alguien que coge el testigo, si lo facilitamos.
  • Comunicación con la sociedad. La Semana Santa, en estos momentos, no es un hecho eminentemente religioso. La coexistencia de la religión y la tradición es un mutuo compromiso. Los dos ámbitos deben de sostenerse. La tradición sin la existencia de una Pasión de Cristo no estaría y la religión sin el apoyo de la tradición carecería de relevancia.
  • Es evidente que, en Tarragona, existen tres tipos de actos. Los “devocionales” como los Via Crucis de la Sang de Domingo de Ramos, de la madrugada del Viernes Santo, del organizado por el  Ecce-Homo de la noche de Jueves/Viernes Santo del Loreto, incluso podría entrar en este ámbito la procesión de la Soledad de Sábado Santo. Los de carácter “tradional” procesiones de las cofradías y la del Santo Entierro por las calles de la ciudad. Y en tercer lugar los actos “colaterales” de presentaciones de opúsculos, encuentros y exhibiciones de bandas. Habría que marcar prioridades sin olvidar el cuidado y mantenimiento de los pasos.

Una observación final. La preocupación descrita más arriba no se circunscribe a Tarragona. Existe también en círculos de otros sitios como se puede comprobar en la prensa e internet, con las peculiaridades y circunstancias de cada lugar.