dissabte, 26 de setembre del 2015

EL RECORRIDO DE LA PROCESION DEL SANTO ENTIERRO



No es ningún descubrimiento si digo que, nuestro principal acto de la Semana Santa, la procesión del Santo Entierro adolece, en estos momentos, de dos problemas. Uno, es la de un recorrido final un tanto intrascendente y carente de expectación.  Dos, la pesadez o escasa fluidez de su desarrollo. Me centraré en el primero. Tiempo habrá para el segundo.
La pasada Semana Santa se abrió el melón mediático de un tema tabú y poco exteriorizado. Se trata del debate surgido ante un posible cambio, recorte, acomodamiento, o como se quiera llamar, del trayecto de la procesión del Santo Entierro en su tramo final. Era una cuestión tratada en voz baja, sin demasiada propagación que se estaba dando, por un lado, en varios ámbitos cofrades de organizadores, directivas, portantes y participantes en general y, por otro, en espectadores y sociedad amante de nuestra Semana Santa.

El pas de Nuestra Señora de la Amargura con San Juan Evangelista a la Rambla Nova. Foto Daniel Pallejà
Existe una palpable realidad. La citada procesión en las calles Conde de Rius, Rambla y San Agustín discurre entre un ambiente desangelado de escasa atención y concurrencia. Mucho más ostensible a partir de una determinada hora. Esto plantea la razonable duda de si este recorrido es el más adecuado y lógico dadas las actuales circunstancias.
Conviene realizar un frio análisis de la situación partiendo de los siguientes aspectos:
  1. Históricamente, La Rambla, ha constituido lugar emblemático para nuestra procesión del Santo Entierro. Pero los cambios sociológicos y de costumbres le han quitado protagonismo. De esta manera se ha ido reduciendo el transcurrir por la misma, en los últimos años. Recordamos que llegaba hasta frente de las Teresianas, luego  a la altura de Sant Francesc y ahora Conde de Rius. Se eliminaron los palcos e, incluso, las sillas ahora existentes apenas se cubren.
  2. El entorno de La Rambla jalonada de terrazas de locales de hostelería le quita seriedad y solemnidad. Para los propios tarraconenses ha dejado de constituir un lugar privilegiado para presenciar el paso de la procesión. Las preferencias se circunscriben a las calles de la Parte Alta de la ciudad. Les resulta más agradable y de entrañable visión.
  3. De cara al espectador foráneo, la procesión, por diversas causas, tiene un transcurrir lento con paradas que prolongan su duración y tiempo de estar presenciándola. Consecuentemente se produce una cierta tendencia a buscar lugares donde la contemplación sea lo antes posible o la  gente decide el abandono de la misma cuando han desfilado las primeras cofradías.
  4. La retransmisión televisiva incita y facilita a quedarse en casa principalmente cuando la climatología no acompaña. Esto afecta a personas que, en otras ocasiones y circunstancias,  aguantaban como bien podían en la calle.
  5. La existencia de miniprocesiones en días precedentes (Serrallo, Pagesos, Nazarenos, Miércoles Santo) hace que la mayoría de pasos hayan sido contemplados anteriormente. Diríamos que el “hambre” de procesión ha disminuido en Viernes Santo dados los “aperitivos” previos.
  6. La ausencia de gente en las citadas calles produce un cierto grado de frialdad emocional o desánimo  en los participantes. Es un transcurrir sin estímulo o aliciente alguno. Un deambular rutinario.
  7. Los portantes se ven obligados a realizar un recorrido un tanto desmoralizador de escasa compensación desde el punto de vista psicológico y motivador.

Ante ello surge la incertidumbre de si el actual recorrido está justificado y precisa de un nuevo trazado con la posibilidad de acortar el camino dejándolo circunscrito a la Parte Alta con límite máximo, por ejemplo, la Rambla Vella.

Pasos a la Plaça del Rei. Foto Daniel Pallejà
Naturalmente la decisión no resulta fácil porque plantea los siguientes aspectos:

Inconvenientes:
  • El tema nostálgico de renunciar a una vía publica simbólica de Tarragona. Para quienes opinan de esta manera puede existir la contrapartida de convertir dicho lugar como protagonista de la recogida de pasos, un tanto diseminada en la actualidad. La ubicación de los misteris en La Rambla resulta un lugar muy apropiado adquiriendo mayores posibilidades de contemplación, vistosidad y concentración de espectadores. La dispersión actual produce el efecto de ver a gente un tanto despistada y desperdigada buscando o preguntando el lugar de salida de unos y otros. A excepción de los pasos tradicionalmente situados en la Parte Alta, el resto podrían partir de La Rambla.
  • La  coincidencia de  la entrada de los primeros pasos en la plaça del Rei con la salida de los últimos. El objetivo sería organizar la incorporación a la plaza situando los entrantes por la izquierda, en sentido ascendente, y los salientes a la derecha (Pretorio y Museo Arqueológico). La cuestión se resolvería emplazando los pasos de la Soledad, Retorno del Calvario, Santo Entierro... en este lugar una vez abandonado por los pasos precedentes y que lo ocupaban anteriormente. O colocarlos ya  inicialmente. Es decir, los primeros en salir a la izquierda que iría quedándose libre y a la derecha los últimos en salir. La citada plaza da suficiente espacio para una entrada y salida bien organizada y más a ciertas horas de la noche en donde no existe demasiado público en la misma.
  • La opción de alargar el recorrido por otras calles de la Parte Alta no la veo demasiado factible por dos cuestiones. Una, porque precisamente lo que se debe evitar es seguir con una prolongación un tanto infructuosa de la procesión. Dos, las posibles vías alternativas disponibles ofrecen laberínticas y enredadas soluciones poco adecuadas y aconsejables para el tránsito de pasos llevados a hombros. En lugar de dar mayor fluidez al desfile todavía lo complicamos más. Por lo tanto la opción no se vislumbra como demasiado viable, ni tampoco  necesaria.

Ventajas:
  • Precisamente son las calles de la Parte Alta donde se concentra y permanece la mayor proporción de espectadores. Representa la adecuada armonía entre expectación y desarrollo.
  • Esta simbiosis entre el entorno urbano y su desarrollo le proporciona un mayor relieve y realce. Aunque la esencia de una procesión no es precisamente el espectáculo no podemos olvidar que el escenario acompaña y transmite, a unos y otros, una mayor dosis de sentimiento y emoción.
  • Es incuestionable que evitaríamos un tiempo  de desfile un tanto estéril como se apunta más arriba.
  • El principio básico es dar a nuestro principal acto de la Semana Santa una debida importancia, fluidez, visibilidad y adaptación. Fortalecerla, en definitiva.

Estaremos de acuerdo en que una procesión (y en general cualquier acto) no es mejor, ni peor por su mayor duración. Lo relevante, lo que se debe buscar es el interés, la intensidad, la emotividad, el atractivo, la capacidad de fascinación que proporciona tanto al espectador como al participante  dentro de un apropiado equilibrio.

La procesión del Santo Entierro se encuentra en la tesitura de afrontar este tema sin apasionamiento, sopesando con frialdad las actuales circunstancias estando abierto a las distintas posibilidades. En los últimos cincuenta años ha sufrido diferentes cambios buscando siempre la adaptación a las circunstancias del momento. Sin ser alarmista diríamos que nuestra principal procesión precisa un cierto revulsivo para evitar un paulatino declive por falta de interés y seducción. Se debería mover algo para incrementar su atractivo ya que constituye el primordial acontecimiento de nuestra Semana Santa.